Las últimas 4 generaciones nacimos y crecimos en un entorno que nos dice que la vida es mejor cuanto más tenemos y más cosas hacemos, más rápido pasa todo, más rápido y fácil hacemos las cosas.
El slow living o vida lenta, es un suerte de llamado de atención al ritmo acelerado en el que vivimos principalmente en el último siglo, donde el progreso y el éxito se han venido midiendo en términos de aceleración y cantidad en lugar de calidad. Este movimiento surge hacia finales del siglo XX a modo de protesta con el ritmo imparable pero insostenible de nuestro modo de vivir. Propone saborear mejor lo que comemos, admirar el amanecer sin hacer nada más, cocinar nuestra propia comida. Volver a lo simple, para estar presentes, valorar el tiempo y nuestro tiempo en esta vida.
Este es el momento en el que decimos “todo muy lindo pero yo no tengo tiempo para eso, tengo que laburar”. Aunque la realidad es que nada de es vivir acelerado se tradujo en sinónimo de felicidad. Al final del día somos intolerantes con cualquier cosa, discutimos con la familia, no podemos ver a nuestros amigos, abandonamos o directamente nunca nos podemos dedicar a ese hobby que tanto nos gustaría hacer.
Desde niños y niñas cuando la pregunta en la escuela o al volver de ella era qué notas te sacaste en lugar de ¿qué has aprendido hoy? es que venimos poniendo el foco en la cantidad en lugar de en la calidad. Luego cuando terminamos la escuela hay que hacer la carrera en el menor tiempo posible para pasar al posgrado, alcanzar el puesto más alto en el trabajo, ganar más dinero. Pero no olvidemos de salir la mayor cantidad de fines de semana, tener la mayor cantidad de amigos y viajes en nuestro haber. Y si sos mujer es probable que se sume tener una casa impecable, el pelo impecable, un cuerpo divino y unos hijos también impecables.
Beneficios sostenibles de vivir más lento:
Además, esta vida descontrolada repercute no solo en las personas, también en el planeta. El sobregiro ecológico es consecuencia de ese acelere. Y si no recordás de qué se trata o nunca escuchaste hablar de él es esa fecha del año en el que ya nos acabamos todos los recursos que al planeta le lleva un año crear. Cada año esa fecha se corre un poquito más. Este año fue en agosto por ejemplo, es decir que ahora estamos viviendo de los recursos que la tierra todavía no generó.
El punto es que, de nuevo, no nos está haciendo felices esa manera de vivir. Las personas piden la baja en el trabajo o licencia por traumas emocionales o problemas de salud mental por el exceso de trabajo. No sabemos cómo parar, cómo cambiar el ritmo, cómo desacelerar.
Aunque hay algunas cosas con las que podemos empezar para bajar la intensidad:
- En primer lugar no hacer nada más, porque parece que las cosas siempre se resuelven sumando una acción más a nuestra lista de tareas. En este caso, mi primera recomendación es seguir con el ritmo que tenés y registrarlo. Es posible que si te ocupás de las tareas de tu casa, de tus hijos e hijas y trabajes fuera de tu casa tu día tenga más de 24 horas. No es una frase hecha, es una realidad que no dimensionamos porque no la registramos. Así que luego de prestar atención, observar a tu rutina un par de días, el segundo paso es anotar cuánto tiempo te lleva cada tarea, podés dividirlas en columnas: cuidado de la familia, tareas del hogar, tareas laborales extra hogareñas. Con que registres un día vas a ver la cantidad de cosas que hacés.
Ahora sí vamos con qué podés hacer con eso:
- Decidir qué tareas dependen de vos porque no hay otra alternativa o porque vos decidís que sigan dependiendo de vos. Por ejemplo: ocuparte del jardín: tal vez es una actividad que te desenchufa, que disfrutás, tal vez es un tedio, tal vez ahora mismo no podés pagarle a alguien para que lo haga por vos.
- Ver qué tareas podés dejar de hacer y podés delegar. Muchas veces en los trabajos se sobrecarga de tareas a la persona más eficiente, porque se sabe que como sea se va a ocupar. Esa que nunca dice que no aunque esté estallada.
- Dejar de estar disponible para todo el mundo: valorar tu tiempo. Empezar a decir que no y empezar a decir sí a tus prioridades. Hay personas a las que les escribís porque siempre están ahí, siempre te van a ayudar, si sos esa que siempre está te pregunto cuándo estás para vos. Si lográs irte a dormir temprano para leer un libro, o meditar, o mirar el techo pero dejás el celular encendido por si alguien te escribe seguís sin estar presente con vos.