Últimamente conversamos mucho sobre el amor propio, cultivar el tiempo con una misma, estar presentes, aquí y ahora. Y puede sonar egoísta o también puede confundirse, si nos falla el “cosito” de la empatía, con desengancharnos del mundo.
Sin embargo, cuando estamos más presentes que nunca es somos capaces de ver con nitidez nuestro entorno y reconocer de qué manera nos integramos en él. Es ahí cuando podemos transformar ese vínculo y hacerlo más sentido.

Somos parte del todo siempre, pero sin esa presencia con nuestro propio ser, se hace más difícil presentarnos ante el mundo, y claro, darnos a él desde nuestro lugar más auténtico.