La postura que nos recuerda que transformar también es un acto de amor
Hay posturas que llegan justo cuando más las necesitamos. Kaliasana, la postura de la diosa Kali, apareció esta semana en nuestras clases en plena primavera, y no fue casualidad. Esta estación nos mueve, nos cambia, nos pide florecer. Y Kaliasana nos recuerda algo esencial: para que lo nuevo crezca, primero hay que cortar lo que ya cumplió su ciclo.
Sostener con fuerza lo que queremos cultivar y soltar, con la misma claridad amorosa, lo que ya no necesitamos.
El arquetipo que habita en la postura
Kali, a menudo mal entendida como la diosa de la destrucción, en realidad es la guardiana de la transformación. Sí, destruye, pero lo que corta es el ego, la ilusión, lo que nos nubla la vista. Y en ese gesto hay algo profundamente femenino: proteger lo que importa y limpiar lo que sobra.
Cuando te parás en Kaliasana, no es solo un trabajo físico. Es una invocación a esa energía que sabe cuándo sostener y cuándo soltar. A veces, cortar es el mayor acto de cuidado.
En la vida lenta hablamos mucho de simplificar, de quedarnos con lo esencial, algo que cuesta tanto en la práctica. Kali nos recuerda que ese proceso no siempre es romántico: puede ser incómodo, desafiante, incluso feroz. Pero es un acto de amor hacia nosotras mismas.
Lo que Kaliasana trae a tu cuerpo
En el cuerpo, Kaliasana es potencia pura. Es esa sentadilla profunda que te hace temblar las piernas y a la vez te conecta con la tierra. Te baja, literal y simbólicamente, como diciendo: “dejá de correr un rato, acá está tu raíz.”
- Fuerza en las piernas: activa cuádriceps, aductores y glúteos. No es fuerza explosiva, sino sostenida. La que se construye con paciencia, como cuando regás una planta cada día.
- Apertura de caderas: una apertura activa, no pasiva. Crear espacio requiere energía y decisión, como cuando abrís lugar en tu agenda para lo que de verdad importa.
- Activación del centro: tu core sostiene la columna erguida, igual que tu eje interno te sostiene cuando afuera todo cambia.
- Conexión con la tierra: pies firmes, raíces ancladas. En un mundo que pide estar siempre “arriba”, Kaliásana nos baja al suelo para recordarnos lo esencial.
El diálogo entre Kali y la Luna
Esta semana también seguimos trabajando Ardha Chandrasana, la media luna. Y hay algo hermoso en combinar estas dos asanas. Ardha Chandrasana es expansión, equilibrio suspendido, confianza en tu eje mientras te abrís al espacio. Trae la energía de la luna y del sol, pidiéndote habitar fuerzas opuestas.
Kaliasana, en cambio, te pide bajar, plantar los pies y encontrar poder en lo sólido. Juntas muestran que el equilibrio no es un punto fijo: es poder habitar los extremos con la misma presencia. Saber cuándo elevarte y cuándo enraizarte.
En la práctica, después de la intensidad de Kaliásana, Chandrasana llega como un alivio. Pero esa ligereza existe porque antes hubo firmeza.

El plus de combinarlas (desde el cuerpo y el día a día)
Fuerza complementaria: una trabaja fuerza vertical, la otra lateral y equilibrio. Juntas construyen estabilidad en todas direcciones.
Apertura integral: Kaliasana abre de frente; Chandrasana abre de lado y pecho. Una te enseña a recibir, la otra a expandir.
Balance entre enraizar y elevar: la práctica te entrena a reconocer cuándo volar y cuándo bajar. Ambas son necesarias.
Transformación consciente: Kali corta lo que sobra; la media luna expande lo nuevo. Soltar y crecer van de la mano.
Llevar a Kali fuera del mat
La práctica siempre refleja la vida. Después de habitar Kaliásana, te invito a preguntarte:
- ¿Qué estoy sosteniendo con fuerza porque vale la pena?
- ¿Qué necesito cortar, con claridad y sin culpa?
- ¿Estoy dispuesta a bajar un cambio, a hacerme más lenta, más firme, aunque el mundo me pida lo contrario?
Kali no destruye por destruir. Nos enseña a transformar con conciencia. A usar nuestro poder personal —ese poder femenino que a veces da miedo mostrar— para proteger lo que amamos y soltar lo que ya pesa.
La postura incomoda. Y está bien. La incomodidad es parte de toda transformación real. Pero si respirás en medio de ella, cuando tus piernas tiemblan pero seguís ahí, aparece una certeza: sos más fuerte de lo que pensabas. Y esa fuerza no viene de endurecerte, sino de confiar.
Esta semana, en tu práctica: quedate un respiro más en Kaliasana. Observá qué surge: ¿resistencia, ganas de salir corriendo… o la sorpresa de descubrir que podés sostenerte un poquito más de lo que creías?
Ese instante, cuando elegís quedarte en lugar de escapar, es donde empieza la transformación.
¿Querés profundizar tu práctica de yoga consciente?
Cada mes nos encontramos en clases donde no solo hacemos posturas, sino que exploramos qué nos enseñan sobre nosotras mismas y sobre cómo queremos vivir. Es yoga para habitar la vida con más calma, más raíz y más presencia.
¡Nos vemos en el mat!